miércoles, 1 de julio de 2009

Hoy para siempre

Dejadez existencial. Vértigo. Dos ojos cansados esperan frente al mar. A lo lejos una pequeña embarcación se tambalea. La atmósfera de la escena es un cuadro impresionista. Una boca fuma despacio frente al mar. Qué soledad silenciosa inunda el paisaje. Qué mar tan en calma, maravilloso monstruo inquietante. Una cabeza introspectiva piensa en sí misma, piensa en su pensamiento, qué esquizofrenia. Qué texto absurdo, roto, incapaz de navegar, aislado en su dejadez existencial. Pequeña colección de ansiedades y trastornos de sueño y personalidad en un mundo confuso, posindustrial y neoloquesea. Pregunta de un test psicológico: ¿alguna vez confunde sombras u objetos con rostros de personas? Contantemente. Diagnóstico: es un usted vagamente esquizoide. Bien, gracias.

Yo intento evocar la sonrisa triste al borde del fin del mundo, su gesto infinitamente cansado, infinitamente hermoso. Esta tarde quiero convertirme en una hoja de noviembre que cae en la escarcha y se acurruca y duerme, y duerme.

Este saberse loco inminente que imprime imágenes en el aire invisible con una nostalgia, un escalofrío frío, una nostalgia o un cuchillo; nostalgia de todo lo que deseo, confusamente, ser, y la sangre de este cuerpo roto, refugiado en recuerdos no sé si inventados.

Hacíamos muñecos de nieve con las manos rojas por el frío y nos arrojábamos por la cuesta nevada en un trineo roto y creo que reíamos y dábamos muchos gritos, gritos en la nieve, gritos alegres, sencillos. Existir era fácil, una música alegre.

Para no morir cada noche trato de imaginar, de pintar cosas con los ojos, en la oscuridad, cosas como la lluvia y un chico que fuma en una ventana, de noche, escuchando el ruido hipnótico de la lluvia. Imagino que ese chico se parece a mí. De repente se da la vuelta y me mira, y sus ojos me asustan, pero yo permanezco inmóvil, atado a esa mirada oscura, que no sé qué quiere decir; tal vez nada.

¿Y quién ese ese muñeco gastado, sin ojos, ese muñeco gastado, sin ojos?

Animal nocturno sin remedio ya. Así pasa el tiempo, me consume. Así bailan las fantasías peligrosas su macabra danza en la almohada. Jugué a que soy un loco. No me dormía y jugué, niño irresponsable, a que soy un loco, y me asusté, y pensé, pequeña vela en la habitación oscura, que si escribía sin parar, que si el texto se convertía en el lugar mágico en el que conjurar fobias y estetizar dolores y miedos, tal vez lograría agarrar un tronco de madera y ser un naúfrago sin destino, pero con una esperanza, pequeña, como una vela en una habitación oscura. No sé, tal vez me equivoque.

Me gustan las canciones en las que las voces parecen perdidas, errantes, como tratando de buscar su lugar; voces tristes, desgarradas, salvajemente hermosas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario